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El Salto Diario
Marta G. Franco escribió Las redes son nuestras pensando en la gente que no vivió los años en los que internet prometía ser una herramienta para construir mundos mejores. Por eso ofrece retazos de ese tiempo y ejemplos presentes de lo que la red de redes podría ser.
Tercera Información
Con el revelador ensayo «Las redes son nuestras» (Consonni, 2024), la periodista y activista describe el proceso que transformó al agitado microuniverso instalado en internet en un mero eslabón más del paisaje capitalista.
Exit Media
El Correo
Un obsequio colateral para las empresas que Franco, en definitiva, es lo que propone alterar. ¿De qué forma? «Debemos buscar formas de informarnos que no pasen por algoritmos: listas de correo, foros, acostumbrarnos a leer prensa e incluso exigir a los Gobiernos que hagan políticas digitales». Su libro, por cierto, continúa en la newsletter redesnuestras.net.
El Critic
Això és una entrevista d’un mitjà independent a una lluitadora contra l’oligopoli tecnològic. Però es difondrà principalment per Twitter i pel cercador de Google. Què ens diu això del punt en què som? Fa uns anys vam veure que les eines de les grans empreses tecnològiques ens permetien arribar a molta gent.
Las redes son nuestras
Internet era nuestra. Nos la robaron entre quienes viven de extraer nuestros datos personales y quienes necesitan que se extienda el odio, pero antes todo ese espacio era nuestro. También nos robaron internet cuando privatizaron las redes que habían sido desarrolladas en centros de investigación públicos para dárselas a un puñado de empresas. O cuando se apropiaron de todo lo que millones de personas estaban haciendo en línea para empaquetarlo en un modelo de negocio que llamaron Web 2.0. Nos han contado internet como un ejemplo de éxito empresarial para que nos olvidemos del papel de los hacklabs, de la financiación pública, de streamers gastando zapatilla en las calles, de señoras enviando memes a grupos de WhatsApp, de activistas que conspiran, de riders en huelga... de millones de protagonistas que no suelen aparecer en los relatos y que son parte fundamental del desarrollo de las tecnologías digitales.
Repasar esta historia de victorias —porque si perdimos tantas veces es porque un rato antes íbamos ganando— no es un ejercicio de nostalgia impotente, es una herramienta para recordar que se puede ganar. Que internet puede ser un territorio donde aprender, colaborar y avanzar hacia algo que se parezca un poco más al mundo en el que queremos vivir. Que podemos pensar una IA feminista y decolonial más sostenible, abierta y democrática. Este libro es memoria histórica de internet y también es una recopilación de herramientas para pasar a la acción, imaginar otras redes y construirlas juntes. De ahí que termine con un epílogo en el que la escritora Lola Robles adopta el formato de relato especulativo para comenzar a imaginar utopías digitales compartidas.