El papel de las empresas en la sociedad de consumo: IKEA

Alguien me dijo una vez que toda norma debía esconder un valor y que en caso de no hacerlo esa norma no sería válida. Hoy la cuestión es otra, ¿qué se esconde tras los valores?. Exactamente, ¿qué se esconde tras los valores de una empresa?.
Las empresas fundamentan sus acciones en una cultura corporativa. Unos valores que se enmarcan en una filosofía, que tendría que verse consecuentemente plasmada en las actividades, relaciones, etc., de esa empresa.
Sin embargo, no es esto lo que ocurre en todos los casos, ni mucho menos. Son muchas las ocasiones y empresas en las que esos valores son instrumentalizados para engañar elegantemente al consumidor. Este es el caso de IKEA, según el libro IKEA Un modelo desmontable escrito por Olivier Baily, Denis Lambert y Jean-Marc Caudron, en el que se destapan las miserias de la multinacional sueca de la decoración.
Ikea nos promete ser felices comprando. Por tanto, nos presenta la felicidad como, un valor, algo que ponen a nuestro alcance. Sin embargo, la felicidad que nunca será alcanzada por medio de la obtención de objetos materiales.
También nos dice que comprar es votar. Votar por unos valores democráticos, que ellos dicen ansiar, de apertura a la sociedad civil, de defensa de los derechos humanos y de la promoción de los principios de funcionamiento democrático.
Sin embargo, tras este escaparate aparentemente solidario y comunitario el los almacenes de Ikea encontramos muchos productos alienados y alienables que se amontonan en stock:
Tras varios meses de investigación la obra antes citada denuncia la explotación laboral de los trabajadores de las fábricas proveedoras de Ikea diseminadas por todo el mundo (carencia de sindicatos, sueldos míseros, jornadas extenuantes, trabajo infantil...); la destrucción del medio ambiente (presencia de sustancias tóxicas en sus productos, deforestación, huella ecológica de 2.808.424 toneladas de CO2…); la falta de transparencia financiera (Ikea no cotiza en bolsa y ha establecido una compleja red de sociedades y fundaciones, algunas de ellas radicadas en paraísos fiscales) y la consolidación de un modelo que fomenta al consumo desenfrenado.
Los coqueteos de juventud del presidente de la compañía Ingvar Krampad con ideólogos nazis o el aireamiento de circulares en Francia mediante las cuales los directores recomendaban no contratar a personas de color “para reforzar la imagen nórdica” también quedan reflejados en una páginas en las que el IWAY, el código de conducta que la compañía obliga a asumir a sus proveedores, se describe más como una operación de marketing muy publicitada que como un instrumento que garantice la responsabilidad social de una de las compañías más gigantescas del planeta.

Si queréis enteraros de más noticias, consultar la revista el observador y la siguiente dirección:
http://www.revistaelobservador.com/index.php?option=com_content&task=view&id=1431&Itemid=5

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