G.L.F. analiza el graffiti y otras (re)presentaciones (sub)culturales como signo linguísitico, al igual que como productora de símbolos a través de la apropiación por parte de determinados grupos sociales. Como síntoma y herramienta de una posición en la sociedad. G.L.F. también pretende reflexionar sobre la capitalización y la mercantilización del estilo y el arte urbano o la formalización de esa radicalidad desde el sistema. G.L.F., fruto de la colaboración entre el artista Nacho Magro y la productora de arte contemporáneo consonni, se plantea como un work in progress, un proyecto abierto y flexible... en donde nos iremos encontrando con diferentes agentes y múltiples dispositivos artísticos y teóricos sobre diferentes contextos e imaginarios subculturales.
No es casual que el Movimiento Graffiti tenga como origen los barrios marginales de Nueva York a finales de los años 60, ni tampoco lo es el hecho de que los primeros protagonistas fueran adolescentes cuyas expectativas de vida no trascendían más allá de la posibilidad de pertenecer a una pandilla o prosperar en las redes mafiosas de su barrio. El graffiti writing surge como una respuesta visceral e inconsciente a una política de marginación determinada. Surge desde lo más profundo de la ciudad, desde ese estado magmático (rescatando la idea de Manuel Delgado) que se escapa a cualquier posibilidad de control. El graffiti writing fue un grito al aire, sin pretensión aparente, que consiguió retumbar en toda la ciudad, propagándose como un virus a través de las líneas de metro neoyorquinas y las paredes y persianas de la periferia. En este sentido, el graffiti va a constituirse progresivamente como un síntoma de las sociedades occidentales contemporáneas en su conjunto.
Los valores promovidos por este fenómeno cultural estuvieron sujetos ya desde sus inicios al perfil psicológico y social de sus protagonistas. Eran jóvenes sin recursos, principalmente hijos de inmigrantes portorriqueños, que encontraron en el graffiti una válvula de escape para expresar su frustración e impotencia en un ambiente urbano de pandillas y delincuencia. Un juego de competitividad en el que buscaban fama entre sus iguales, un juego trasgresor que comenzó al margen del sistema capitalista pero que paradójicamente retrató un subsistema cuyo objetivo era llegar lo más alto posible. También resulta interesante analizar el graffiti en relación con otras subculturas, como el hip-hop o la estética afroamericana de los pantalones caídos (imitando la indumentaria de lo presos desprovistos de cinturón), que responden también de manera subversiva a una realidad de marginación social. En palabras de Olatz González, estos gestos o formas radicales de vestir, aunque pueden ser fácilmente fagocitados por la moda, también son portadores de símbolos “que responden a ideas y deseos que movilizan al grupo que las utiliza”.
Al igual que a finales de los 60 surge el graffiti en Nueva York como protesta y sello identitario de unas comunidades marginales, en la vieja Europa la pintada cobrará sentido como gesto radical y símbolo revolucionario. La famosa frase situacionista Ne travaillez jamais, pintada hacia el 52 en las calles de París, prefigurará de manera significativa los acontecimientos (y las pintadas) del mayo del 68. En este sentido, son esclarecedores los análisis del grupo y la revista de corte marxista Socialismo ou Barbarie (a quien le debería mucho Guy Debord), para cuyos miembros y colaboradores la lucha de clases del futuro habrá de basarse “en los factores subjetivos, en primer lugar en el deseo de vencer la pasividad impuesta y de crear otra vida”. Cabe recordar que los 60/70 estarán también marcados por diferentes movimientos revolucionarios de liberación nacional (Cuba, Nicaragua, Argelia, etc.) y grupos armados anti-capitalistas (RAF, Comandos Autónomos, etc.). En todos estos movimientos de la izquierda radical la pintada cobra un cariz político de protesta y reivindicación, convirtiéndose a la vez en sello identitario de un imaginario social.
Por otra parte, en la cultura del graffiti y el hip-hop, así como en las pintadas situacionistas del mayo del 68, se hace evidente la dimensión del “cuerpo como elemento irreductible de nuestro estado social de las cosas”, dado que el cuerpo es (haciendo uso de la terminología foucaultiana) tanto lugar de represión como de socialización y de resistencia. Al igual que los pantalones caídos se convierten en una reivindicación identitaria de los jóvenes afroamericanos, la capucha o la visera, además de ayudar a mantener el anonimato del grafitero, se convierten en símbolo de una acción (física) subversiva. También en las pintadas situacionistas y del mayo del 68 se percibe una dimensión corporal, en cuanto que son una reivindicación para rescatar nuestras vidas y nuestros deseos de la pasividad consumista impuesta por el capitalismo.
Pero no se necesitará mucho para que la acción subversiva de los pantalones caídos y de la capucha, de la radicalidad situacionista o de otras manifestaciones culturales igualmente subversivas, sea fagocitada por el sistema capitalista. En palabras de Janet Weiss, batería de Sleater Kinney, “con la incorporación neoliberal de signos subculturales, símbolos y eslóganes pegadizos, el estilo radical no constituye en sí mismo una amenaza o una crítica a la sociedad, sino que representa simplemente una parte más de las corrientes culturales. Sin embargo, el estilo juega un papel significativo cuando llega a identificar la formación y la constitución de una comunidad. Especialmente en el caso de personas o grupos que viven en la marginalidad, el estilo representa una señal de su exclusión al mismo tiempo que les permite sobrevivir. Por lo tanto, en este aspecto, la cuestión fundamental sería analizar hasta qué punto el estilo radical puede contribuir a hacer visibles formas alternativas de vida y nuevas formas de apropiación de herramientas sociales”.
En consecuencia, una de las grandes cuestiones que se tratará a lo largo del proyecto G.L.F. en ZINEBI 52 es cómo hacer para que las (sub)culturas y los estilos radicales sean catalizadores de ciertos posicionamientos sociales y a la vez logren zafarse de las garras rapaces del mercado capitalista.
G.L.F.