HEMEROTEKA
Un libro al día
La muerte como efecto secundario es una novela de la escritora argentina Ana María Shua. Obtuvo los premios Ciudad de Buenos Aires y Sigfrido Radaelli. La editorial consonni la ha recuperado recientemente para el público español.
Annabel lee... y escribe
Buenos Aires, en un futuro indeterminado. O tal vez el presente. La ciudad argentina se divide en barrios cerrados, donde viven los ricos y en la tierra de nadie, donde es peligroso adentrarse por la noche. La violencia campa por doquier y el Estado se ve impotente a la hora de controlar las calles.
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Shua proyecta una Buenos Aires carcomida por las problemáticas que ya en el momento de la escritura del libro se hacían patentes, y emplea esa escalada de violencia y desigualdad para reparar en la situación posible de los ciudadanos más vulnerables en unas condiciones tales.
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La novela de Ana María Shua es la crónica de una muerte anunciada, tan desagradable como incómoda de leer en muchos momentos.
La muerte como efecto secundario
Una de las 100 mejores novelas publicadas en español en los últimos 25 años según el IV Congreso Internacional de la Lengua (Colombia, 2007). Novela situada en un futuro inquietantemente próximo en el que se acentúan características reconocibles: la falta de trabajo, el aumento de la violencia, un Estado que ha perdido su poder, un patriarcado agonizante que se niega a ceder su hegemonía y una sociedad del espectáculo dispuesta a retratar cualquier momento escabroso. La muerte como efecto secundario transcurre en un Buenos Aires caótico que ya no se puede caminar, dividido en «barrios cerrados», donde la gente rica se protege, y «barrios tomados», que la marginalidad hace inhabitables.
Cuando se publicó por primera vez en 1997, esta novela obtuvo el Premio Ciudad de Buenos Aires y el Premio Sigfrido Radaelli otorgado por el Club de los Trece. Sin dulcificaciones, la historia se centra, por una parte, en la relación de Ernesto Kollody, con su examante a la que escribe un conjunto de cartas que estructuran la narración; y por otra, en la dependencia hacia su padre con quien mantiene un vínculo de amo-esclavo: un viejo sin escrúpulos que ruega a su hijo que lo salve de su destino. En ese contexto, las Casas de Recuperación, forma políticamente correcta de referirse a los asilos, donde se recluye obligatoriamente a los ancianos enfermos, son un lugar opaco, restringido, silenciado. Esta novela, escrita tantos años antes, anticipó la salvaje actualidad de muchas residencias de ancianos, privatizadas y mal gestionadas. Ninguna fantasía, nada más que una contemplación sin adornos de lo que podría ser nuestro futuro si no hacemos nada para evitarlo.