Ayer, miercoles 14 de junio en el Fnac Triangle de Barcelona Ainara LeGardon y David G. Aristegui presentaban 'SGAE: el monopolio en decadencia' junto con Adriano Galante de Seward, Presidente del Sindicat de Músics Activistes de Catalunya - SMAC! que a modo de introducción nos dejaba estas palabras:
A riesgo de recibir algún cachete posterior a este encuentro, me gustaría
comenzar esta presentación aupando los excelsos currículums de Ainara y
David hablando no tanto de su pasado sino más bien del futuro que me
atrevo a extraer de ellos. Me encanta imaginarme a Ainara dentro de unos
años, recogiendo el premio nobel de economía haciendo una performance
sonora justo la semana después de fundar su propia escuela dedicada a
desenmascarar de pies a cabeza la tremenda complejidad de la profesión de la
música. Tampoco miento si os confieso que me gusta mucho pensar que
David será el primer secretario general del nuevo sindicato de freelancers, del
nuevo sindicato de autores, incluso del nuevo sindicato de community
managers, o de youtubers y/o instagrammers… Retomando, además, su
carrera musical definitivamente, impartiendo cursos sobre cómo abandonar
con honor Twitter de una vez por todas y mudándose por fin al barrio de
Sans.
Como en todos los orígenes de un colectivo _porque este libro es sobre todo
un origen_ voy a ponerme sentimental y os contaré una anécdota sobre mi
relación con SGAE. Hace siete años, tras organizar uno de los primeros diez
conciertos de Seward en la sala Music Hall de Barcelona, recibí un correo de
SGAE reclamando el tanto por ciento habitual de la taquilla que se pide
normalmente a una promotora. Les contesté que yo era el autor de las
canciones ejecutadas en ese espectáculo, y que entre el alquiler de la sala y los
gastos de transporte y dietas no habíamos hecho más de 300 euros pese a
llenar la sala; y que no tenía ningún sentido darles un dinero que luego me
devolverían tras aplicarme su tasa de gestión. Su respuesta fue una serie de
mails de tono tenso y amenazante reclamando la declaración y el pago del
concierto como si jamás hubieran leído el caso que yo les exponía y, sobre
todo, como si no atendieran a razones. Unos meses después, la policía entraba
en la sede de SGAE en busca de Teddy Bautista y compañía. Jamás volví a
recibir una reclamación sobre aquel concierto.
Antes de este fabuloso encuentro con la entidad hija del Sindicato Nacional
del Espectáculo o Sindicato Vertical Franquista pero también colectivizada
por UGT y CNT-FAI en el 36; mi bolsillo únicamente recibía beneficios como
co-autor de varios espectáculos de teatro aéreo y mis visitas a la SGAE allá
por el 2005 sólo habían supuesto vergonzosas negativas presenciales a
registrar obras sin partitura o discos sin editar con una discográfica. Estos
ejemplos son solo una mera excusa para deciros que no dudaría un segundo
en reconocerme un autor de tantos que no ha entendido nunca ni una
centésima parte de lo que significa SGAE, en retratarme como uno de tantos
músicos que no ha sabido descifrar el A+B+C de la propiedad intelectual y
mucho menos de las entidades de gestión y sus extrarradios.
Por eso hoy escribo esta introducción como un agradecimiento a Ainara, a
David y a Consonni no solo por invitarme a esta mesa sino por cada una de
las páginas de su libro y de los que vendrán. Un agradecimiento que también
espero que sea futuro, en nombre de muchas autoras, intérpretes y/o artistas
que pronto tendrán este libro entre sus manos. Como dijo el presidente de
SGAE, Anton Reixa, con un único año de su mandato en 2012, en una
conversación con Ainara incluida en este libro: Hay una opacidad respecto a la
gestión de la propiedad intelectual que es muy interesada. La propiedad intelectual es
compleja, pero lo complejo se tiene que entender.
Cuando terminéis de leer este libro e incluso antes de hacerlo, porque es un
libro que se disfruta mucho capítulo a capítulo, adelantando tranquilamente
por la izquierda la complejidad característica y la permanente desidia ibérica
de lo que representa; quizás querréis ocupar la SGAE y cambiar hasta la
última cortina de sus sedes… No porque este libro anime a levantarse en
armas contra la SGAE, que también, sino porque cumple una función
educativa de denuncia, una función más que necesaria desde hace décadas,
de vital y urgente importancia para un sector artístico deslumbrado hasta la
inmovilidad total por las capacidades utópicas que algunos años del siglo
pasado le ha asignado como por arte de magia.
Volviendo a Anton Reixa, un personaje casi de ficción en SGAE _mi favorito,
por cierto_ y con quien me encantaría charlar durante horas en compañía de
Ainara y David; y sin extenderme en los contenidos del libro para dar paso
agradecido y preferente a sus autoras y a las preguntas del público aquí
presente…
Cito: Para que haya un respeto a la propiedad intelectual en este país
tiene que desaparecer SGAE. Gracias, Ainara. Gracias, David.