El proyecto Quédense dentro y cierren las ventanas orquestado por Iratxe Jaio y Klaas van Gorkum junto a consonni, sigue su curso y se acerca a sus próximos objetivos: el video y la publicación.
Para ir reconectándonos a la perspectiva zombi presentamos un texto muy personal que nos ha enviado I.Jaúregui sobre sus experiencias veraniegas. El escrito lejos de quedarse en la típica sarta de batallitas postvacacionales nos conduce a pensamientos tan perturbadores como ¿Soy yo también un zombi? o peor ¿Acaso es que alguna vez he dejado de serlo?
Iker Jaúregui (Donosti, 1984) es Licenciado en Comunicación Audiovisual, ha trabajado como guionista en Pausoka y lo más ejemplar, es un zombi y a mucha honra!. Como buen experto que es en cualquier tema que suene a no-muerto, a través de su texto descubriremos joyas del fenómeno zombi como el libro Guerra mundial Z.
Iker muchas gracias por colaborar con nosotras.
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EL VERANO ZOMBI de Iker Jaúregui.
Verano. (Casi) todo el mundo de vacaciones. La abuela, los niños, la sangría Don Simón, el perro, el canario y el cuñao. Todos zombis. Sobre todo la abuela.
Hace casi 3 meses de la marcha zombi que asoló Barakaldo y desde entonces no se sabe más... Tarde o temprano volverán. Pero, el que no haya habido otras marchas zombis no quiere decir que nos hayamos librado de ellos. Por todas partes se han dado eventos que propician la aparición de estas criaturas de cerebro podrido. A saber: Fiestas, semanas grandes y sobre todo y por encima de todo lo demás: OLIMPIADAS.
No os equivoquéis. Me incluyo en el grupo de podridos con poco cerebro. He estado en las semanas grandes de Bilbo y Donosti. Me ha dado tiempo de sobra para vagar borracho y comportarme como un zombi. Guiándome por bajos instintos.
Y os preguntaréis. ¿Qué tienen que ver las semanas grandes, las Olimpiadas y las hordas de podridos? La respuesta a esta pregunta me vino una noche en la semana grande de San Sebastián viendo los fuegos artificiales. Todos recordamos las “flores” que usaban los protagonistas de La tierra de los muertos vivientes del director George A. Romero (¿qué significará la A.?) Para los que no sepan de qué hablo, las “flores” eran fuegos artificiales que hacían que los zombis se quedaran embobados mientras los protagonistas cogían provisiones y se divertían cortando cabezas. Lo normal. Bueno, pues estando en el puerto de Donosti me empecé a fijar en la gente. Es decir, conseguí deshacer el extraño embrujo de los fuegos artificiales y me fijé en aquellas personas. Todos mirando al cielo, con el bocata blando y doblado hacia abajo en la mano y una cerveza cada vez más caliente en la otra. Ocasionales “oooohhhh” los diferenciaban de gatos de porcelana y les dotaban de cierta animación.
Es extraño que algo tan simple como explosiones de colores nos hagan estar ausentes de todo durante 15 interminables minutos. Digo interminables porque la verdad es que los fuegos artificiales se parecen desesperantemente los unos a los otros. Si a esto de los fuegos le unes una par de litros de Kalimotxo del malo, la zombificación es exagerada, ya que a los síntomas explicados por la exposición a los fuegos, se le unen los movimientos erráticos y la pota: algo parecido al ácido que echaban los zombis de la saga Resident Evil.
Pero la zombificación veraniega no sólo se reduce a las fiestas. No que va. De todas las costas españolas nos llegan imágenes de alemanes y demás guiris en antros decadentes, con una especie de humanoide femenina con lo que podría denominarse pellejo de elefante por piel, dando tumbos en el escenario. Estos turistas y turistos me recuerdan a los zombis submarinos del fantástico libro de Max Brooks Guerra mundial Z, en el que simpáticos zombis andaban (no he dicho nadaban) por el fondo marino hasta llegar a algunas islas libres de No muertos para hacer turismo y comer un par de deliciosas vírgenes.
Una prueba más de que estos guiris son como zombis es que no sienten dolor. Como cuando explota la gasolinera y quema a un montón de zombis en La noche de los muertos vivientes de Tom Savini, los alemanes-zombis se quedan al sol abrasándose y pensando en chopitos, sin inmutarse por sus quemaduras de 2º grado y sus melanomas, que se están convirtiendo en el souvenir número uno de la costa del sol.
Por último he de hablar de las olimpiadas. Resulta que cada cuatro años todo el mundo sabe más de deporte que tú y todo el mundo podría hacer los 100 metros en menos tiempo que el jamaicano de turno. Normalmente los que hacen estas valientes afirmaciones suelen estar cubiertos de grasa de alitas de pollo, ganchitos y Coca Light, que hay que cuidarse un poco. Esta es la peor clase de zombi. Se pasan todo el puto día en la tele viendo bizarros y complicados deportes que no hacen más que confundirte con su extraño sistema de puntuaciones. Cuando crees que tu deportista favorito (desde hace 5 minutos) del esgrima acuático ha hecho un punto, te asalta uno de esos terroríficos zombis y te intentan explicar el sistema de puntuaciones con la esperanza de que lo acompañes en su peregrinar de horas delante de la tele. Durante los días de las olimpiadas no hay nada más en el mundo para estos monstruos. ¿Que se ha muerto el gato? Pues que se quede debajo del coche, que ahora toca el concurso completo de equitación en la Dos. Y así están, evadidos de todo. Peor es cuando toca algún deporte en el que algún español va bien. Por ejemplo Nadal en el tenis. Madre mía. Da miedo ver a tanta gente moviendo la cabeza a la vez, creo que hasta empezaron a parpadear al mismo tiempo...
A la espera de poder convertiros en muertos en la siguiente marcha zombi, ya sabéis qué podéis hacer para ir entrenando. Iros a la semana grande de Bilbao, a una playa mediterránea, ved fuegos artificiales… y si queréis ir un poco más allá, podéis devorar a algún viandante, aunque no os garantizo que la policía no os pegue un tiro. Probadlo, si decís que es una performance seguro que os dejan hacerlo. El arte mola.