Más de 200 firmas en rekaldeadhesiones.com

Tal y como publican en este artículo del Pais o en este otro en el Gara, ha habido más de doscientas firmas para denunciar la situación de injerencia política que está viviendo la cultura y concretamente el arte contemporaneo. Publicamos el manifiesto íntegro al que se ha adherido todo el equipo consonni y que desde aquí pedimos que se difunda y que más gente se adhiera enviando su nombre y apellidos y profesión a:info@rekaldeadhesiones.com, se puede leer el manfiesto y comprobar todas las firmas recogidas en www.rekaldeadhesiones.com 

 

 

Sala Rekalde: arte contemporáneo y responsabilidad pública

Nuestra preocupación por los recientes artículos en prensa que informan del cese de la directora de la sala Rekalde se ha ido tornando en indignación y bochorno al ver la manera en la que están derivando en una campaña mediática de descrédito del programa de la sala y, de paso, de la propia idea de arte contemporáneo como espacio de reflexión crítica. La coartada que parece cobijar este desdén hacia el arte contemporáneo es la idea, pertinaz en la opinión mediática, creciente en la sociedad y demasiado frecuente entre algunos gestores públicos de la cultura de que la valoración del arte es relativa, cuando no arbitraria, así como ponderable en términos de popularidad contable. En el arte contemporáneo hay mecanismos de análisis, debate, consolidación y validación tan legítimos (y, por otra parte, tan especializados) como en cualquier otro espacio de saber. Esto aconseja que a la hora de evaluar o emitir juicios se tengan en cuenta los aspectos específicos del propio sistema del arte, si se persigue alcanzar un mínimo de racionalidad y eficacia.

Necesariamente, hay opiniones abiertamente opuestas en el análisis y debate que valida el arte, porque el arte es precisamente un ámbito donde la permanente crítica de los métodos y discursos de validación es condición necesaria. Es, pues, no sólo legítimo sino deseable someter a crítica este programa y los parámetros de éxito que lo han hecho relevante. Pero también hay que exigir un mínimo rigor a la crítica. La valía del programa llevado a cabo por la sala Rekalde en los últimos años es un hecho constatable, contrastado y avalado por muchas de las instituciones y los profesionales nacionales e internacionales más destacados del ámbito del arte.

Quizá sea necesario recordar que el lugar que ocupan los centros como Rekalde es aquél en el que los comportamientos críticos aún no canonizados por una inevitable institucionalización producen la realidad discursiva de la que se nutre todo el entramado de la cultura contemporánea. Estos centros están volcados a la parte de 'producción cultural', a diferencia de otro tipo de equipamientos más dirigidos a la de 'consumo cultural'. Las nociones de 'producción' y 'consumo' exigen dinámicas muy diferentes por parte del espectador. Por ello, es inadecuada cualquier valoración de la eficacia social de la sala Rekalde a partir de criterios estadísticos en los que se compara su número de visitantes con, por ejemplo, el del museo de BBAA de Bilbao o el Guggenheim. Lo es porque cada uno de estos equipamientos responde a dinámicas y objetivos radicalmente diferentes. Por otro lado, ¿de dónde surgirán los artistas que nutran a esos lugares dedicados al consumo cultural, si no es de lugares de producción experimental, necesariamente mucho más minoritarios?

Es por tanto esa 'producción' y su estructura las que corresponde evaluar: ¿necesita la sociedad estructuras de producción como la descrita o, por el contrario, la apuesta consiste en promover exclusivamente políticas de medidas para incentivar el consumo, sea cultural o no? Si adoptamos una visión sistémica de la cultura, algo que es exigible a la responsabilidad de toda política cultural en condiciones contemporáneas, no podemos pasar por alto la importancia de este tipo de producción para la salud de todo el sistema. Una política cultural que apueste por el modo de producción experimental se define por su apoyo a un sistema social en constante cambio donde la diversidad es el pilar fundamental, porque, como se sabe, el sistema vive y se regenera en la producción incesante de diferencias.

La contextualización de todo este proceso en parámetros de polémica ideológica, a través de la alusión a la obra retirada el pasado año del certamen Ertibil, es falaz y cumple, mediante la demagogia, la sola función de anatemizar ante la opinión pública la propia idea del arte como agencia crítica. Es irónico, además, que Ertibil sea precisamente un certamen que no forma parte del programa de la sala sino que se aloja allí a iniciativa de la Dirección de cultura de la Diputación.

Lo que una vez más confrontamos tras esta operación de descrédito es la fragilidad de las estructuras culturales públicas ante la oportunidad política o la irresponsabilidad mediática. Una fragilidad que será endémica mientras no se establezcan y apliquen códigos de buenas prácticas en el ámbito de las artes visuales que garanticen que los profesionales puedan realizar su quehacer y que éste sea debidamente examinado y evaluado por conocimiento experto. Ésta es una de las cuestiones centrales de un debate largamente demorado y siempre pendiente sobre las políticas culturales.

Por todo lo dicho y ante el clima generado por el cese aún no comunicado oficialmente de la directora de la sala, reclamamos de la Diputada de cultura de la Diputación de Bizkaia un gesto de desagravio. Éste deberá dejar fuera de toda duda la solvencia del programa llevado a cabo en Rekalde y de la comunidad del arte como ámbito profesional y de conocimiento que en su extrema pluralidad mantiene una innegable seriedad y un demostrable prestigio, al tiempo que reafirmamos nuestro posicionamiento de total desacuerdo con la puesta en peligro de un espacio de producción contemporánea, de los cuales estamos tan escasos.

Iniciativa de adhesiones a Sala Rekalde

 

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