Asier Pérez González: Los concursos de arte no estimulan la creatividad

El Pais, 13 octubre de 2000

El Pais

Asier Pérez González (Bilbao, 1970) compagina su labor de docente en la facultad de bellas artes de Bilbao con la búsqueda, como creador, de nuevas vías de difusión del arte. Este es precisamente el propósito del taller Power Point Revolución!!! que coordina durante todo octubre en el centro Arteleku de San Sebatián. Artistas, galeristas y críticos participan de esta iniciativa que quiere aproximar el arte a la vida. Plasmarán esta idea en propuestas creativas concretas y coproducirán con consonni los proyectos de tres artistas invitados; Andrea Fraser, Atelier van Lieshout y Hinrich Sachs.
Queremos desarrollar nuevas vías de difusión para que la gente pueda dialogar de otra manera con el arte... no podemos estar hablando de arte contemporáneo utilizando un modo de producción pre-industrial.
Casi todo el arte que conocemos se remite a la representación. Y nosotros no queremos estar en la representación, sino en la presentación. El arte ha generado un círculo vicioso en sí mismo, hay excesivo meta-arte y al final se pierde el contacto con la sociedad
Debemos cambiar esa noción pasiva, que es casi sólo de contemplación. Yo trabajo en una dinámica de la desmaterialización del arte: la creación no está necesariamente en objetos, puede estar en la construcción de situaciones, en cómo se vive en la sociedad. El arte tiene que adaptarse a la globalización, relacionarse con las personas y la economía de otra manera. No me importa supeditar la apertura a un público más amplio y perder cierta apariencia de arte, incluso creo que es necesario.
Establecer una dinámica de concursos me parece absolutamente reaccionario, inadeacuado y caduco. Arteleku, por ejemplo, es un centro.. muy innovador y reconocido a nivel estatal... Asume riesgos, no como Gure Artea que siguen por inercia y no participan en las cosas. No creo que con ese concurso incentiven la creatividad, porque lleva a la gente a producir cosas concursables.

El Pais, 13 octubre de 2000